domingo, 30 de octubre de 2022

Presentación audiolibro Lafken

 El mar ha vuelto elevándose gruesa

Pedro Araya Riquelme

En tiempos oscuros,

¿también se cantará?

También se cantará

sobre los tiempos oscuros.

Bertolt Brecht



Con estos versos quisiera comenzar, puedo comenzar, ya he comenzado. En tiempos oscuros, también se cantará. Pernoctando bajo la garúa del mundo con lo que somos. Sobre estos tiempos oscuros, y los anteriores, se cantará, aunque no necesariamente de manera directa. El canto puede surgir desde la tercera orilla del río. O desde una invitación que de tarde en tarde llega de improviso. Como la que nos convoca aquí y ahora.


1

Escucho la voz, las palabras versadas y el canto ül de Lienlaf, Leonel. Afuera llueve. Escucho, bajo la lluvia, fumando bajo la lluvia, bajo una ventana


Van y vienen, al ritmo de las olas, rostros, pasos, sueños, canto.


Escucho en lenguas, ritmos, en dos idiomas, mapuzungun/español, relatos y cantos, entrelazando hilos de vida, nudos, una suerte de navegación, Lienlaf, Leonel.


Este trabajo es una idea de experimentación en la poética de la  oralidad, buscando no solo el sentido de la comprensión racional del texto a través de la palabra sino también el sonido y la emoción que ella conlleva, dices.


Es cierto, escucho la fuerza enunciativa, la fuerza ilocutoria, de esas palabras que viajan. Pero hay más que eso. Por medio de la [auto]traducción se prolongan por otros medios la experiencia escrita y oral, entremezcladas. Se escribe y se lee, se escucha, pero hay algo más. Los poemas relato-canto, perviven por este medio, esta experimentación.


“La poesía es, por necesidad, un instante único de lenguaje”, escribe Paul Celan. Tan única es la poesía que un número de practicantes y comentadores concluyen que ella es intraducible. Pero cuestionar la posibilidad de la traducción significa cuestionar la posibilidad misma de la poética, de la escritura, del lenguaje, que es siempre traducción, i.e. es tanto un acto de traducción como el resultado de tal acto.


Escucho lo que escucho, en esas olas lafken, y arribo a que un poema no es sólo la versión impresa en un libro o revista, sino que es también todos sus otras (posibles) versiones impresas, sumadas a todas las posibles performances orales y/o visuales, como también la totalidad de traducciones que esta permita. El poema impreso funciona entonces sólo como una partitura para todas las lecturas (privadas o públicas) subsecuentes y las transformaciones performativas, sean ellas hechas a través de la música, la danza, la pintura o el traslape lingüístico, o de lo que fuere. 


En tiempos oscuros, se hace necesaria esas poéticas de viada, viaje desde la literalidad de la metáfora hacia otra cosa, para volver a algo imprevisible.


Todo ello desestabiliza un concepto de poema como (cosa) fija, artefacto absoluto, leíble (comprensible, interpretable) de una vez por todas, para verlo y oírlo como un lugar de descanso apenas momentáneo, para que la poética sea nómade, el flujo material de la palabra/la lengua


puesto que no olvidamos que escribimos entre guerras y exterminios varios, epistémicos y antrópicos.


Y estas posibles (sucesivas) traducciones, traslaciones y lecturas dan a ver esa necesidad [filogenética] que todo poema –grande o pequeño– tiene: la de ser re-trasladado, de tanto en tanto, para seguir permaneciendo. La acumulación de estas lecturas constituiría la (sobre)vida del poema. Allí yace su nomadismo poético, en la cual cada versión es eso: una versión, parada y configuración momentánea en un proceso de transmutación sin acabo.


y aquí, cada versión, es versión de mundo, literalmente


esa acumulación sobreviviente, hilos entrecruzados, ecos resurgentes, de no sé dónde, por dónde ni cuándo, cambio de aliento, alto momentáneo, es otra forma del Lafken, Lienlaf, Leonel. O me equivoco.


2

Puede, es cierto, que uno no decida en qué lugar del mundo ha venido a nacer, empero decidir cómo nombrar ese territorio, cómo vivirlo, cómo esa franja te marca, puede conllevar a una poética a situarse plenamente a cantar su situación, al decir, al grabarse y expandirse por otros medios. Y no sólo se trata de enunciar y cantar. En este caso, también el territorio WilliLafkenMapu aparece de reojo y en pleno. Aparece en el sonido de las olas interminables de fondo. Porque de fondo, Lafken, el mar, no cesa, mientras escucho.


Van y vienen gaviotas y nubes/sobre las olas

sombras de náufragos antiguos

vigilan el efímero sendero

que dejan los pilpilenes al correr sobre la arena


Van y vienen gaviotas y nubes/sobre las olas


Y están las olas, rompiendo, sonoras, literales, están las gaviotas batiendo alas, respondiendo, de fondo, en estas grabaciones, interminablemente precisas, exactas, en el que el presente, el pasado, los sueños, se funden.


Quisiera recalcar esto: las olas del mar lafken, de fondo, se escuchan en este audio magnífico, como las gaviotas, literales, en constante movimiento. Entonces: no se trata de una grabación de lectura oral cualquiera, no en sala de estudio. El LafkenMapu sostiene hasta en su más mínima filigrana la espesura de estos cantos relatos poema. La espesura de no trabajar solos ni solas. No se escribe solo, no se canta solo. El amarre –en este caso– cuenta con el diseño sonoro de Marcelo Carrasco [al menos, y cuántos más, el talleralepue, por ejemplo].


Cuatro movimientos se anuncian, cuatro cantos, cuatro elementos, cuatro espacios principales del Mapu: Awkiñ [viento del mar], Feymu, Agua romances [cantos con el agua], Y entonces.


3

Con todo, escuchar, poner oído, es aceptar la invitación, a una experiencia de vida, a una parte de mundo. Leer lo escrito, escuchar lo cantado, asistir a una lectura pública, una presentación o lectura, por ejemplo, son una de las tantas experiencias y modos en que las poéticas logran expandirse por otros medios. Se trata, también, de experiencias de vida, esas en las que la vida aparece, de alguna manera, la que permite vadear los cercos y el control de los significados. Escuchar, entonces, lo que escucho en este audiolibro, constituye, a mi manera de ver y sentir, otra experiencia de vida.


el canto del mar mantiene, como siempre, mis huesos


La metáfora [eso que llamamos metáfora, con toda su carga] aquí es literal. El Lafken, el mar, las aguas, el río de la vida y de este territorio, el horizonte al que se llega después, el LafkenMapu hacia donde los espíritus emprenden el viaje Nometulafken. El lugar desde donde volveremos a mirar desde ese gran río del universo.


Escucho bajo la lluvia


el arte de tu canto ülkantum, Lienlaf, Leonel. Poco tiempo, por que es siempre mucho lo que se pudiera


las olas conversando hacia el Sur, la sombra espuma de dos ballenas Tvmpvlkawe, hacia el WilliLafkenMapu, hasta más allá de los vientos


Canto ül, relato epew, pewma sueño, de tantos

van hilando el nütram arte de la conversación para estos tiempos oscuros

una poética que, a la vez, apela a la memoria

una tarde a la vez


no se perderán tus pasos

todo vuelve al fondo


4

y entonces te veré vernos, te veré 

cartografiarnos de otra manera

aprendernos con otra medida

al fondo de las aguas

y llegaremos, llegaremos

en ese amarre a juntarnos pedazos, voces


en tiempos oscuros, también se cantará

también dices, al fondo de todo esto

para llevar el viaje de tu metáfora, literal, por las aguas 

profundas que nos siguen oleando

insistiendo: el mar ha vuelto elevándose gruesa


mañum, dices, nos dices, por escuchar, gracias, dices

mañum, mañum, ülkantufe [el que canta con arte] Lienlaf, Leonel, canto

sobre las olas, a las olas, hacia las olas, entre las olas, literales, del Lafken


lo que sigo escuchando, mientras fumo, bajo la lluvia

junto a la ventana de tu voz


Chaltumay.


A orillas del Guadalafken, 28 de octubre de 2022

viernes, 26 de agosto de 2022

Audiolibro Lafken

 


Pedidos a talleralepue@gmail.com

Valor


15.000 pesos chilenos


Para fuera de Chile

20 dólares  vía Paypal lienlaf@gmail.com

Enviar email para enlace de descarga


Audiolibro LAFKEN

Poesía 

Versión bilingüe Mapuzugun- Español

Leonel Lienlaf


Diseño sonoro

 Marcelo Carrasco

Hecho en el willilafkenmapu

Producción Talleralepue

Wallmapu.  Marzo 202


A modo de presentación

LAFKEN es un texto poético que navega en los espacios de la memoria, los sueños y el imaginario lafkenche ( habitantes mapuche de la Costa).

Mezclando relatos y cantos  en dos idiomas (mapuzugun-español)  van hilando un texto dividido en  cuatro cantos o movimientos, que son también los cuatro elementos y los cuatros espacios principales del mapu.

Este trabajo es una idea de experimentación en la poética de la  oralidad, buscando no solo el sentido de la comprensión racional del texto a través de la palabra sino también el sonido y la emoción que ella conlleva.

LAFKEN el mar, es el recuerdo de las historias de mi infancia, es el paisaje que  acompaña  mi deambular por esta vida

LAFKEN es también el sueño de llegada, donde al final de nuestro camino nos espera el viaje guiado por las tumpulkawe, las dos ballenas blancas, espíritus antiguos que nos guían hasta el nometulafken.

El lugar  donde volveremos a mirar desde ese gran río del universo.

Mañum, por escuchar.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

TALLER CONOCIENDO LOS SECRETOS DEL BOSQUE NATIVO




El bosque nativo es mucho más que árboles, es una comunidad de diversos individuos y seres. Plantas, musgos, hongos, aguas, piedras aves, animales. Para desarrollarse a necesitado miles de años. Como han sido también miles de años en que como pueblo mapuche, hemos interactuado y convivido con El. En el bosque está la memoria de nuestros antepasados, el nombre de cada ser es un pedazo de esa memoria. Cuidar el bosque no solo es un asunto biológico o ecológico, es una forma de convivir y entender su mundo, nuestro mundo.

Este taller pretende ser una ventana, un ezbozo para aprender a valorar el bosque que aún convive con nosotros, es también una invitación para aprender a caminar en el bosque.

El bosque no sólo es un paisaje, es la identidad de un territorio, es la memoria de la tierra.

El taller comienza el día lunes 5  de octubre y  puede pagar mediante tarjeta vía webpay en el siguiente enlace  https://pagos.virtualpos.cl/leonel-ivan-lienlaf-lienlaf

 

 Debes indicar pago taller bosque y el correo para inscripción al cual se le enviara el ppt de las clases y el enlace para conectarse a zoom.

 

El valor mensual del taller es 30 mil pesos que son 4 sesiones.

La metodología es básicamente una clase de 45 minutos aprox. y luego preguntas conversación el tema de cada clase


https://www.instagram.com/p/CFdMxVpjRDx/?igshid=1mgzzci08arzk

miércoles, 13 de marzo de 2019

Presentación "la luz cae vertical" por Elvira Hernandez


Lienlaf

Grato y honroso es llegar, para mí, a este lugar de celebración poética en que recibimos la Antología de Leonel Lienlaf. Rememoro mientras releo estas páginas cuando encontré al poeta por primera vez, hace muchos años atrás en mis búsquedas y acercamientos al idioma mapuche. Podría decirse que la circunstancia no era algo netamente poética, pero también lo era porque la comprensión mapuche de la poesía es con radicalidad diferente a la practicada en nuestro ámbito local afiliada a otra tradición. Diría, que el radio de acción de la poesía mapuche se asemeja a la que tenía la poesía china de la antigüedad, una especie de farol en el quehacer cotidiano y, por lo mismo, casi primer conocimiento. Aquella tarde el entonces joven Lienlaf daba una conferencia sobre la cultura mapuche. Con palabras simples y concretas fue dándole pábulo y llama a una realidad no visible para los ojos de gran parte de los chilenos asistentes, aclimatada la visión en esos años finales del siglo pasado, opacada por la mecanización de la vida de ciudad y por una modernidad nunca del todo definida. Y también, no olvidarlo, por los años de cerco intelectual de la dictadura. Con gran sencillez, convicción y sentimiento, ese relato nos fue introduciendo en lo que sin duda era una cosmología mapuche, para hablarnos de un espacio y de un tiempo percibidos y simbolizados de manera distinta a la aprendida por nosotros, por modelo occidental. Para hablarnos de una Naturaleza que acá escribo con mayúsculas porque ya, había que saber que Ésta era otra, una que no se dejaba reducir; una totalidad viviente cuyo nombre era Mapu; un cosmos integrador constantemente recreándose, constantemente emitiendo signos, hablando. Una manifestación parafísica, es decir un espacio, un lugar, un mundo lleno de espíritus actuantes, una Naturaleza que se resistía a ser tratada como una mera cantera de recursos para una economía utilitarista. Un pueblo mapuche, que resistía también, a que su vigencia sólo se encontrara en los museos. Después de escuchar a Leonel esa tarde, se me hacía evidente desprender dónde y cómo se rompía la armonía en estas tierras, superpuestas cada una de esas formas de vida antagónicas, en un mismo territorio, rechazándose. El discurso del poeta no hacía otra cosa que profundizar en la historia, la sangrienta historia, para llegar a ese suelo –esa tierra de arriba y de abajo donde todo comienza. Recordar ese episodio en el día de hoy, tiene, no obstante, un dejo decepcionante y doloroso. Avanzado el tiempo y también nuevas formas de convivencia social orientadas por los derechos humanos, es preciso reconocer que el Estado chileno permanece todavía, en estas circunstancias, inamovible y esclerosado, manteniendo sus intereses, prejuicios y dogmas políticos; prolongando las injusticias con las comunidades. Sin embargo, para sentir la atmósfera que nos envuelve, se hace indispensable escarbar además en esta marcha humana planetaria que parece dirigirse hacia el logro de supremos bienes y que, sopesándose, no se han conseguido. Constatación común repasada por muchos autores contemporáneos desde ópticas distintas: la larga experiencia de los tiempos de la modernidad y todas sus transformaciones post, que nos han instalado en una sociedad centrada en la escritura y la palabra escrita, con sus escritos más variados, atesorados en libros algunos, agrupados en legajos notariales otros, para rubricar lo que valen y señalar la desconfianza que nos empapa. Son muchos los siglos que nos separan de la experiencia en que la palabra era solamente oral y que como hecho cotidiano sólo tenía el respaldo de quien la entregaba o la empeñaba -un acto no mediado por funcionario alguno, papel sellado ni timbre de agua- quizás había algo de épica en aquello para quienes la extrañan: un instante observado por una Naturaleza nimbada de auras, es decir, todavía con mayúsculas, además por la comunidad y, dioses siempre partícipes. La palabra era vivida, pertenecía al ceremonial del vivir y ahí se jugaba todo. Con la desacralización moderna y el progreso entrando en las sociedades de manera arrolladora, la naturaleza pierde su misterio y monumentalidad, debe permanecer muda para que hable la Razón (con mayúsculas) y se de curso a su intervención.
Dicen que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Hoy cuando las palabras se nos desmigajan como un alimento que ha perecido, se persigue vagamente restituir una oralidad a la vida cotidiana como si aquello fuera tan simple como instalar un repuesto. Nosotros los chilenos ya casi perdimos esa capacidad, no así los mapuche. Habría que tener presente que la oralidad no es una situación de escucha exterior, eso podría ser sociología, de andar parando la oreja (eso tiene otro nombre) sino que es una escucha interna, es decir, una dimensión ética.
Pues bien, he desembocado en este punto porque creo que es el lugar donde pone pie y desde donde emerge la poesía de Leonel Lienlaf, que ha llegado al libro con su canto. Cuando leí el título de la antología: “La luz cae vertical” tuve una imagen rápida como lectora, del poeta ubicado en ese medio cenital de su libro, donde las sombras ya han escapado, donde los dados ya han sido tirados. Y la luz que se ha vertido de esa manera hace figuración en esa juntura del libro donde se encuentra, donde se da el encuentro de lo separado. Un intermedio articulado, un lugar de fuerzas en busca de renacimientos, de reconquista de una antigua armonía. En uno de los lados del libro, el izquierdo, se ubica la palabra en mapuzungun (que carga en su historia idiomática evolutiva el desafío de su representación en diversos grafemarios) y al lado derecho la palabra castellana, pero nunca tanto, cuando chilena, cuando amamantada por muchas leches nutricias incluyendo la mapuche. En cada caso, cada una diciendo lo suyo, con un cierto parecido en lo que dicen respecto de lo que referencian -lo pudiéramos creer-, pero a la vez con la patente impresión de que sus movimientos las alejan, las ponen en una proximidad oponente y que, sin embargo, enfatizamos, podrían estarse completando una palabra en la otra, o una tercera emanando de esos contactos y de sorpresiva aparición. Porque las palabras están siempre en movimiento, buscando matrimonio y parentesco, agarrando sentido. Que, si bien esta es una antología bilingüe, en parte importante de ella nunca ha habido, creo, la búsqueda de una traducción en regla, porque la posición, aventuro, es otra: creación a dos manos por el poeta. Por un lado, la palabra poética en mapuzungun que, al ser pronunciada, hacerse canto, convoca en esa oralidad genuina a un mundo en batalla, que se niega a morir –lo dice el poeta: “No es este el relato de mundos ya idos/ ya olvidados, ocultos en años”- En efecto, está ahí, se ha despertado junto al corazón del poeta; con su voz ha renacido y cobrado presencia. Enfrente, otra palabra, la que como lengua de Chile ha guardado silencio, la refugiada en la letra, y que ahora es tensionada por el poeta en el acto creativo, en el acto de afirmar, empujada a esa cadencia mapuche, a esos enlaces preparados con guiones bajos, para que así pueda decir lo que hasta ahora no alcanzaba. (Me refiero a las páginas de KOGEN). El poeta está en ambos lados, pero no está de la misma manera. Es el sino de los poetas estar siempre divididos, dice el inglés Keats y Leonel no escapa a ese dicho. Al estar el libro escrito en dos lenguas, la realidad calzada, aprehendida o quizás poéticamente fundida en dos crisoles distintos y próximos, no puede no tener matices de distinción, pero a la vez también sus vasos comunicantes. Si vamos por ejemplo hasta el poema “Mi sombra” … (perdón: si voy, con mis rudimentarios y escasos conocimientos de palabras en mapuzungun y a riesgo de desbarrancar mi lectura)) veo en ella dos sombras diferentes: en el lado mapuche del libro aparecen en los primeros versos el pewen, desde ahí un tipo de sombra, además el sol, y un estero, lo que me sugiere la sombra del árbol como un reflejo, una sombra luminosa persistente en un lugar físico. No paso por alto que el poema se titule “Mi sombra” porque la figura del árbol es crucial no sólo en este poema sino en el libro: el poeta personificado en árbol, el aliwen, transformado, un árbol que se mantiene en pie, al que no le han pasado por encima, no lo han talado. Prosigo: en contraposición, la sombra (en castellano) es oscura, evanescente, y en contacto con las palabras que la siguen que son la palabra “ilusiones” y la palabra “fantasía” refuerza una movilidad inasible, fantasmal, almas en pena y otros simbolismos. Interminable sería pormenorizar en cada uno de los versos. A grandes rasgos, al menos señalar la rueda del eterno retorno del pasado que son los antepasados con sus enseñanzas. Son las abuelas y las bisabuelas que en una larga línea femenina pueblan los poemas. Son la hilera de palabras en mapuzungun con un nidal de significados, desconocidas para nosotros los chilenos, esperando –creería- por su conocimiento y reconocimiento.
Lo cierto es que Leonel Lienlaf se ha posicionado con serenidad desde ese fiel del libro donde equilibra las páginas y las palabras con toda propiedad. Habla del silencio y los sueños de su pueblo desde la entereza de su corazón. En cada uno de sus poemas están la natural, la indomable Naturaleza con su profundidad. Las palabras de aquí y de allá se trenzan y se destrenzan; muestran sus alcances. Sabemos que la implicancia de pewma –una de las palabras mapuche que ha tenido mayor revelación entre nosotros gracias a los poetas- sabemos pues, que lo que ella envuelve aun cuando se traduzca sueño no pertenece a la mismísima atmósfera de nuestra gastada palabra sueño. Y, si Leonel inserta, por ejemplo, la palabra “profesor” en un poema escrito en mapuzugun, es porque esa palabra tiene para él y para el poema esa ubicación y una connotación imborrable. Y todavía, en poemas que no van correlacionados como este titulado “En la espesura de los bosques”, las alusiones astronómicas obligan a salir de una lectura lineal en el papel para trasladarnos por qué no, al mismo texto celeste: la imagen de la gallina con pollos está también en las estrellas. Y más aún, en el poema “Cantos en un bote”, me atrevo a decir que la música y la percusión del lado mapuche en ese bote festivo y sonajero, cae en sordina al otro lado, hacia donde lo escucha el chileno oído. Son en esas líneas, mundos entrelazados mas no equivalentes ni comparables aun cuando aferrados. No obstante, es en uno de ellos, aquel de las palabras sentidas que lo acunaron donde el poeta puede desplegarse y conjugar el verbo ser; en el del frente, hacia donde pasa –donde está nuestra modernidad aun cuando sea de pacotilla- o hacia donde es arrojado en un sentido muy existencialista, está, está ahí, existe, existe como puede existir un extranjero, un inmigrante. No importa que maneje todos los códigos castellano-chileno al dedillo, entra a ese vacío excluyente de nuestra realidad que exige el despojo. Bueno, también sabemos que siempre la vida está en otra parte.
Vuelvo al título del libro, “La luz cae vertical” que Vicente Undurraga ha tomado de un verso de Lienlaf para encabezar esta antología. Quizás coincidamos en nuestra impresión de lo leído. Señalar el carácter cenital de esta escritura: un instante clarificador y armonioso en esa verticalidad donde luz y sombra se absorben.


Elvira Hernández

lunes, 5 de junio de 2017

Del merkén a la poesía




Por Vicente Undurraga // Editor literario Junio 2, 2017


Vamos a asumir que Fernando Villegas existe y a atender sus palabras del domingo pasado en Tolerancia Cero: “El pueblo mapuche es otra entidad que habría que examinar bien qué significa, pero vamos a asumir que existe”.
Puede uno hacerse, pero en serio, la pregunta que Villegas acota al ámbito del desprecio: ¿Cómo es el pueblo mapuche? ¿Qué particularidades definen su cultura? Es una cuestión amplia cuya respuesta requiere tiempo y espacio, por supuesto, pero puede empezar a contestarse accediendo a algunas manifestaciones de este pueblo. Y hay una sobresaliente circulando ahora: la poesía de Leonel Lienlaf (Alepue, 1969), que acaba de publicar su cuarto libro, Epu Zuam. Desde muy joven, Lienlaf ha urdido un arte verbal que podría describirse, parafraseando a Violeta Parra, como discreto, fino y sencillo. Discreto, porque sin alardes y en sólo cuatro libros ha construido una voz poderosa que da cuenta de una visión de mundo distinta y singular. Fino, porque sus versos logran transmitir, con delicadas imágenes y evocaciones, algunos rasgos esenciales de la cultura mapuche, como la incidencia clave de los sueños en las decisiones vitales, las luchas históricas o el protagonismo shakesperiano del paisaje y la naturaleza en el destino humano (hay en un poema un copihue que aconseja). Y sencillo, porque a través de versos ligeros y templados, Lienlaf  transmite atmósferas densas, cargadas: “Veo / ejércitos de pinos / bailando sobre los restos del estero / y camiones blindados / empolvando las estrellas / de kai kai”.
Lienlaf, que escribe en mapudungún y en castellano, ha sabido proyectar –sin estridencia ni maniqueísmo– una voz que transita desde las cavilaciones de un caminante nocturno al terror de un mapuche a quien los winkas le han amarrado a la cintura la cabeza sangrante de su propio cacique. Esta última imagen es inaugural: es la que abre el libro Se ha despertado el ave de mi corazón, su asombroso y temprano debut de 1989, y es apenas el primer indicio de una voz que por sí sola basta para acallar a quien con ironía gruesa y sesgo bruto niega la existencia de todo un mundo, en vez de apreciarlo o criticarlo en su justa medida, pero con seriedad.
“De ser un pueblo que estaba casi oficialmente desaparecido a comienzos de los noventa, hoy los mapuche muestran una vitalidad que ningún partido político o movimiento tiene en el país”. Si es cierta esta afirmación que Ana Rodríguez y Pablo Vergara deslizan en su lleno de aristas y excelente libro La FronteraCrónica de La Araucanía rebelde, entonces mejor será abrir la mente y los sentidos y apreciar lo que hay de apreciable en esa cultura: no sólo el merkén sino también, por ejemplo, el canto vivo de Lienlaf y, a través de él, el eco de sus ancestros y compañeros de ruta. Hay un poema incluido en Kogen (2014), su tercer libro, que pareciera haber sido escrito el domingo pasado como carta abierta para un joven mapuche (vamos a asumir que existen) razonablemente irritado tras haber visto Tolerancia Cero: “No prestes atención a esos murmullos / que se agitan una y otra vez / son lejanos lamentos de olvidadas tristezas; / voces putrefactas bajo el agua encantada; / lágrimas ásperas de vertientes mudas”.
En 1994, Villegas probó suerte como vate publicando el poemario Teología para incrédulos. Seguro entonces sabrá apreciar la voz de Lienlaf, que gritando menos, resuena más.

Presentación audiolibro Lafken

  El mar ha vuelto elevándose gruesa Pedro Araya Riquelme En tiempos oscuros, ¿también se cantará? También se cantará sobre los tiempos oscu...